lunes, 24 de mayo de 2010

LA GACETA ARGÉNTICA. --Número monográfico. Suplemento especial--


Inauguración en Out Art de la exposición fotográfica del año

¿Qué hace que algo sea una obra de arte?. No lo sé, es algo que llevo preguntándome mucho tiempo, y no encuentro la respuesta por ningún lado. Sin embargo, cuando veo arte lo reconozco inmediatamente, pues ya tengo una edad y una experiencia (recuerdo una vez más que peino canas en los huevos) que hacen que no me engañen  las chorradas ni me impresionen los análisis de supuestos expertos. En definitiva, la obra de arte la siento instintivamente, y después vendrá toda la racionalización inherente a mi condición pseudointelectual.
Eso es lo que me ocurrió ayer nada más entrar por la puesta de la sala “Out Art” y mirar a la derecha: inmediatamente quedé abrumado; noté un escalofrío; sentí una emoción que no puedo, ni sé, ni quiero describir. Sentí el beso del arte, y me encontré transmutado sobre mi condición “normal”, contemplando las fotografías que estaban delante de mí, hablándome desde su silencio, embriagándome desde su impresionante alma.
No me lo podía creer. Las fotografías de una vieja nave abandonada de reparación de máquinas de tren me estaban emocionando de una forma que no creía posible (acostumbrado a ver tanta mierda), y cuando conseguí salir de mi impacto inicial intenté ser objetivo con la obra: las fotos eran magníficas; la composición y el estudio de las luces perfectos; la técnica impecable; la manufactura exquisita, etc, etc. Pero lo que más perduraba y me impresionaba era la emoción causada en mí.
Intentando sobreponerme al impacto inicial, y con una copa de vino que me temblaba en la mano, me dediqué entonces a observar las otras fotos más pequeñas. ¿Será posible?, ¡tienen la misma cualidad!. También me emocionan, también me fascinan, también me hablan, desde su silencio, desde su verdad.
Esto no puede ser casualidad; esto es la aportación sincera de un artista honesto, sobrado de talento –cualidades estas dos que unidas son casi imposible de conseguir- que ha observado, sentido y trabajado desde dentro de sí para dar de forma brillante y generosa lo mejor que tiene.

Sin poder sobreponerme del todo, contemplo en la pared de al lado otra obra totalmente (brutalmente) distinta. ¿Totalmente?, tampoco estoy seguro de ello, porque esta otra obra también me habla de otros silencios distintos, de otros mundos sumidos en dudas, y también me invita a perderme por ella; a subir y bajar los peldaños de cada cuadro, sin que se sepa a dónde conducen, y –lo que es quizás para mí lo más sutil e importante- sin que importe lo más mínimo.

Si conozco a los dos artistas, si además sé cómo han llevado a cabo el proceso, e incluso he visto aparecer en el revelador alguna de las copias, y si con todo ese conocimiento -fuera del alcance del observador habitual- me sigo emocionando al ver las fotos, y estoy deseando sentirlas otra vez,  me pregunto ¿será verdad o lo habré soñado?

Dr. Haluro



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